Otro atentado al patrimonio histórico y arquitectónico acaba de consumarse. Esta vez los autores no pertenecen a las pandillas alcoholizadas graffiteras que pululan por doquier en la capital altiplánica, firmando sus obras orgullosas de su desmadre.

Ahora quienes les hacen competencia son aquellos que por circunstancias del destino ostentan cargos con nombres rimbombantes y ocupan sillones lustrosos con escritorios grasientos donde lo que más resalta es una banderilla bicolor igual de grasienta. Si, aquellos que para sustentar su sueldo en el IPD ó aquellas instituciones creadas acaso por hechicería, mandaron a erigir un esperpento en las afueras del recinto histórico de Puno, ensombreciendo la honra y figura del insigne puneño lampeño Enrique Torres Belón gracias a quien a mediados del siglo pasado se construyó el «Coloso de Piedra» como símbolo del trabajo é hidalguía del puneño.
El inventario de piezas y restos arqueológicos dañados no solo por graffiteros sino por la desidia y desprecios de regordetes burócratas es larga. A ésta larga lista se suma el Arco Deústua, construido en el año 1,847 por la población de Puno, bajo la dirección del General Alejandro Deustua, en honor a los patriotas caídos en las batallas de Junín y Ayacucho que sellaron la independencia del Perú. Dicho recinto hasta aproximadamente el retorno de la democracia luego de los sucesivos gobiernos militares, respiraba aún la libertad y flameaba aún su orgullo patriota y monumental, hoy está asfixiado por la grosera arquitectura que ha invadido predios vecinos y es desgastada por campeonatos deportivos en los que como siempre el Ministerio de la (in)Cultura, Municipalidad de Puno y otras, se pasan la pelota, pero comparten sus hediondas borracheras en sus entrañas.
Agrégue Ud. más casos como éstos, muestra de la deshonra que hacen más indolente al habitante altiplánico.