La arquitecta Milagros Gordillo advierte que el crecimiento descontrolado de la ciudad compromete su sostenibilidad y calidad de vida. Insta a las autoridades a respetar el rol del urbanista para una planificación que priorice la calidad de vida y prevenga la anarquía urbana.
Arequipa se expande de manera desordenada, sin una hoja de ruta clara ni continuidad en sus políticas urbanas. La arquitecta Milagros Gordillo Polanco, docente de la Universidad La Salle, alertó que esta falta de planificación no solo agrava los problemas sociales y ambientales, sino que amenaza con quebrar la identidad territorial de la ciudad. “No se trata de hacer más obras, sino de entender cómo y para quién se construye”, advirtió.
La especialista recordó que el arquitecto cumple un rol clave en la organización del territorio, ya que aborda la ciudad como un sistema vivo, complejo e interdependiente. “Así como el médico cura el cuerpo, el arquitecto sana la ciudad. Para los arquitectos, los problemas urbanos son «retos» que deben abordarse, como la necesidad de vivienda de alta densidad, buscando las soluciones y ubicaciones más apropiadas para el desarrollo.

El rol del arquitecto es crucial en la prevención de invasiones y el control de asentamientos informales. La arquitecta lamenta el desmantelamiento de instituciones como el Instituto de Planificación Urbana (IPU) y los intereses encontrados que afectan a los entes de planificación actuales. Señala que este desorden ha permitido construcciones irregulares, incluso en zonas de amortiguamiento y riberas de río, como en el caso de universidades en Arequipa.
Gordillo Polanco enfatizó los errores en la expansión urbana de Arequipa, que ha crecido de manera «desordenada» y se ha «estancado». El principal error, según la especialista, ha sido el constante cambio de planes urbanos con cada nueva gestión municipal, lo que interrumpe la continuidad y genera un ciclo de «borrón y cuenta nueva», impidiendo un desarrollo coherente y sostenible.
La especialista también cuestionó el uso indebido del suelo urbano y la permisividad frente a construcciones en zonas vulnerables o de alto valor patrimonial. “Se ha permitido edificar en riberas, áreas de riesgo y hasta en zonas protegidas. ¿Dónde queda la responsabilidad técnica?”, preguntó. Y recordó que la UNESCO ya ha observado este desorden en el centro histórico.
Para mejorar la calidad de vida en barrios periféricos y zonas vulnerables, la arquitectura propone una visión de planificación a largo plazo, no solo para la ciudad central sino para todo el macrorregión sur. Esto permitiría atacar problemas como las invasiones, la necesidad de vivienda y la falta de recreación y colegios, promoviendo el concepto de «ciudad de los 15 minutos».
Este modelo busca que los ciudadanos tengan acceso a trabajo, colegio, recreación y servicios básicos en un radio de no más de 15 minutos, reduciendo drásticamente los tiempos de transporte. Ciudades como las de Canadá y Francia han implementado este concepto con éxito, mejorando la calidad de vida y el bienestar general al reducir el estrés y aumentar el tiempo de convivencia familiar.
La arquitecta subraya que las autoridades locales deben trabajar estrechamente con arquitectos urbanistas, en lugar de tomar decisiones improvisadas. Los arquitectos tienen una visión integral de 365 grados de la ciudad, mientras que los políticos a menudo solo ven proyectos aislados. Es fundamental integrar esta mirada experta en el «ADN» de las gestiones para asegurar un desarrollo planificado y evitar problemas a largo plazo.
En ese contexto, la formación académica cobra vital importancia. La Universidad La Salle, a través de su carrera de Arquitectura, prepara a los futuros profesionales con un enfoque integral, combinando diseño, planificación urbana y compromiso social. Sus alumnos trabajan desde el primer ciclo con proyectos reales, aplicando metodologías activas y pensamiento crítico.