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AEROPUERTO DE JULIACA EN CAÍDA LIBRE

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Hace poco COMEXPERÚ reveló cifras que hoy desnudan la realidad del tráfico aéreo altiplánico, pre-Candelaria 2024. La nota periodística fue curiosamente pasada por agua tibia en la mayoría de medios del altiplano y acaso escondida de los ojos del Gobernador Regional y del Alcalde de Puno.

La columna del Director.

En resumidas cuentas, al cierre del pasado año 2023, el Aeropuerto Internacional Manco Capac de Juliaca (AIMCJ), administrada por la concesionaria Aeropuertos Andinos del Perú (AAP) registró una caída de 27.7% respecto al año 2022, el mayor retroceso porcentual a nivel nacional, debido al cierre de 110 días por los conflictos sociales, azuzados ya sabemos por quiénes. Las susodichas autoridades deben estar festejando por éste “triunfo clasista y combativo”.

Las cifras nos catapultan a los años 70s, cuando el precario aeródromo juliaqueño recibía desvencijadas aeronaves de la estatal Aeroperú, pocas veces por semana y obligaba al puneño y a otros ciudadanos movilizarse a regiones vecinas y a la lejana capital en buses de “Jacantaya” y “Morales Moralitos”, en estado calamitoso de sus carreteras. En esos años, el aeródromo juliaqueño tenía como torre de control a un soldado del ejército con su radio-mochila más grande que él y su pista era un terral empantanado, se imaginarán las peripecias de los pilotos y las zamacuecas de los pasajeros luego de elevar sus oraciones al menos a la mitad de los santos reconocidos por el Vaticano.

Esta crisis se viene arrastrando antes de la pandemia cuando los pilotos de la monopólica LANPERÚ cancelaban intempestivamente sus vuelos quejándose por el estado ruinoso de la pista, razones sobraban porque el AIMCJ siempre fue relegada de planes de mantenimiento. Solo por la presión de la opinión pública y de algunos medios (en los que nos incluimos) logramos que una comisión de gremios de Puno fuera a emplazar a los directivos de AAP con amenaza de ser denunciados penalmente por omisión de sus funciones. A cambio solo se recibió disforzados intentos de AAP para apaciguar ánimos, como colocar unos cuantos inútiles paneles promocionales del destino en otras regiones, y conceder el uso de los salones de embarque y desembarque de pasajeros para promocionar ferias al paso, como si el pasajero trocara prioridades de su embarque y recepción de equipaje para cargarse de exceso de peso. En fin.

El drama del único terminal aéreo (que ya es hora de contar con otro en el mismo Puno) continuará y ahora mismo miles de pobladores se niegan a aceptar una probable expropiación de terrenos vecinos para ampliación de su pista de aterrizaje.

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