
Cuando la festividad del folclore más importante del Perú con todos los honores de reconocimiento público desde 1985 por el Estado Peruano y de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2014, debió tratarse como una “oportunidad”, hoy viene siendo manoseada indebidamente como “problema”. Así quedó demostrado durante el reciente conversatorio en Puno sobre la Festividad que gira en torno a la Virgen de la Candelaria en el que, cual paño de lágrimas sus “conversadores” se limitaron estrechamente a usarla como un instrumento de lucro. La lista de decepciones está conformada por representantes de la miope empresa privada con mucha protesta, pero sin ninguna propuesta (al menos coherente), ni el anodino doctorado en turismo de la universidad puneña, acostumbrado a interpretar la realidad a través de separatas y bibliografía extranjera, pudo salvar la ocasión. Obviamente se extrañó la presencia de aquel organismo que al menos en teoría se creó para conservar y promover cultura a través del folclore como manifestación ancestral: La Federación Regional de Folclore y Cultura de Puno, convirtiendo así el evento en un lamentable monólogo y confirmando su desconexión con la opinión pública y la realidad cada vez más asfixiante. Mucho menos representante de la Municipalidad lacustre husmeó dentro de la concurrencia, el responsable de la gerencia de la ciudad, el anfitrión de ella los 365 días del año.
Y es que la idea de organizar una festividad internacional con todos los estándares de calidad de un destino turístico, ha quedado demasiado grande a la clase empresarial y a la burocracia puneña en su conjunto, centrándose en la discusión de la supuesta “falta de promoción” del destino como si ésta fuera la causante del indomable alcoholismo callejero ó el hampa mañana tarde y noche, no solo en febrero. Mientras tanto los vecinos de Arequipa y Cusco saben aprovechar las oportunidades gestando sus regiones como destinos de eventos y convenciones, a pesar de yerros estructurales ú omisiones de alcaldes.
Reitero mi crítica sobre el insulso y controvertido “hermanamiento” con las islas Canarias, cuando éste debió haberse hecho con sus vecinos para reforzar la interconexión vial, mejorando el transporte terrestre, ferroviario y aéreo, el turismo y en general, la economía en su conjunto y reforzando así alianzas estratégicas de una macrorregión sur, continente del corredor Nasca-Colca-Machu Picchu-Titicaca, destino turístico por excelencia y preferido en mercados europeos y norteamericanos.
Con estas consideraciones y estando casi a medio año de Candelaria 2026 ya se puede prever el futuro de la festividad, un manojo de improvisaciones, ojalá esté equivocado.