33 palabras tiene el pomposo nombre del nuevo embarcadero de Puno que proyectó Copesco Nacional, su costo de más de 21 millones de soles supone reemplazar el vetusto y por demás asfixiante espigón de embarque cuál mercado persa permite el encuentro no de 2 mundos sinó de muchos más, un aeropuerto neoyorkino podría ser la más cercana comparación.
Los proyectistas mostraron hace algunas horas maquetas, distribuciones, una sopa de cifras, etc…, los monitores y 3D soportan todo.Ya van casi 7 años en idas y venidas, en cálculos políticos más que económicos.
Todo luce muy bonito, auspicioso, rebosante, moderno, brilloso, acaso una imitación al nuevo Jorge Chávez.
Lo malo y triste es que toda la distribución espacial nunca fué socializada y los pocos asistentes a la exposición virtual recién se enteraron de las bonitas maquetas.
El expediente no cuenta con opinión técnica del Colegio de Ingenieros y Arquitectos, tampoco del Colegio de Licenciados en Turismo, mucho menos de la Reserva Nacional del Titicaca, peor aún, la opinión de los operadores que ya se acostumbraron desde hace varias décadas a ser malabaristas y equilibristas para embarcar y desembarcar a cientos de turistas. Lo único que alcanzaron a mostrar fueron unas exiguas listas de asistencias de lancheros y artesanas.
Ni por una formalidad se comunicó al inútil Consejo Consultivo Regional de Turismo, que ya tiene reservada su plaza en la colección de Elefantes Blancos de Puno.
Pero como la terquedad es la consigna de la empleocracia que ordena todo desde un cómodo sillón y monitor capitalino, ó que conoce la realidad del turismo a través del Netflix, lo más probable es que prescindiendo de la opinión del cuerpo colegiado mencionado anteriormente, el proyecto vaya sí ó sí, al menos esa fué la conclusión que los burócratas mostraron con soberbia antes de cortar la transmisión de su divertida exposición, lamentable papel que desempeña es la Cámara de Comercio que justifica pisar el acelerador sin medir consecuencias; la otra opción es que consolidando opiniones y criterios técnicos valederos, el proyecto tenga gruesas correcciones que garanticen su sostenibilidad a largo y no a corto plazo, para tener que evitar demoliciones y reconstrucción de áreas.
¿Cómo se explica que la Reserva Nacional del Titicaca ó Emsapuno desconozcan del nuevo diseño arquitectónico? ¿Cuál es el impacto ambiental de su funcionamiento? ¿Cuán grande será la catarata de desague que se vierta directamente a la ya pestilente bahía interior?
nada de ello se aclaró hoy.
«A lo mejor quieren trasplantar una réplica de LarcoMar en Puno», protesta un empresario local. Justificación válida. El apresuramiento acaso sea para cobrar puntualmente sus deudas, antes que satisfacer las necesidades del mercado turístico puneño?
Mientras aflore el sentido común de la burocracia dorada solo queda seguir haciendo de saltimbanquis en una plataforma construída artesanalmente por los empresarios y lancheros. «Crear experiencias de Viajes» llaman los académicos.